miércoles, 3 de septiembre de 2008

La Jufra en el mundo



 

Esta ponencia lleva por título la situación de la Jufra en el mundo, pero no quiero hacer una lista de los problemas, cientos de problemas, a los que se enfrenta. Tendremos tiempo un poco después para poder exponer las diferentes realidades.

 

Más bien quiero centrar mi intervención en otra dirección, para intentar entre todos definir un poco el camino por el que camino y hacia el que debe caminar la Jufra, sea cual sea la realidad en la que se encuentra. Algo que de alguna forma ya se refleja en el documento “La jufra, camino de vocación”, del que hablaremos esta tarde, aunque en algunos aspectos sólo ofrece pinceladas

 

Ayer hemos sido testigos de la forma como la Juventud Franciscana vive la fe: con alegría y de forma compartida. La Jufra perdería su esencia si no fuera capaz de compartirse a sí misma, si no existiera el encuentro entre hermanos. El primer encuentro es la propia fraternidad local, de la que enseguida vamos a hablar, pero es también importante el encuentro a otros niveles, regional, nacional e internacional, con hermanos con los que no compartimos el día a día.

 

Personalmente, no he desaprovechado la más mínima oportunidad de participar en un encuentro de este tipo; es mi verdadera pasión, y me permite un crecimiento humano y cristiano (ambos llevan implícito el franciscano) en dos sentidos. Primero, el enriquecimiento que supone en conocer a nuevos hermanos; segundo, porque suelen ser una ocasión para la formación

 

Volvamos a la fraternidad local, porque sin ella, lógicamente, no tendría ningún sentido lo anteriormente dicho. Y aquí quiero hacer especial énfasis en la formación. La formación es la base de la Jufra, es fundamental. Sin una buena formación, no tenemos nada.

 

Y aquí es donde se deben centrar todos los esfuerzos. No es fácil, porque las demandas de los jóvenes cambian constantemente y hay que seguir su ritmo para poder adaptarse en cada momento. Además, suele ser más atractiva para los jóvenes la satisfacción inmediata de otras ofertas de la sociedad.

 

Por tanto, la fraternidad local debe ser un lugar donde el joven se divierta a la vez que trabaja en su propio crecimiento. ¿Es suficiente? No. Para que el joven se sienta plenamente identificado e integrado en la Jufra debe llegar a tener una EXPERIENCIA DE JESÚS. Hay tantos jóvenes que han pasado por Jufra, que han estado a gusto y se han divertido, pero que han seguido finalmente su camino por otro lado. ¿Por qué? Faltó una experiencia de Dios.

 

Aquí, la importancia de los encuentros regionales, nacionales e internacionales. A veces, la propia “rutina” de la fraternidad local de Jufra, el excesivo conocimiento entre sus miembros o las dificultades para olvidar la vida cotidiana hacen que no sea posible conseguir allí esa experiencia de Jesús. En mi caso, por ejemplo, han sido muy importantes los encuentros celebrados para celebrar la Pascua.

                                                                                 

Se puede ser toda una vida, ya no sólo franciscano, sino cristiano de convencimiento. Pero no es lo mismo si sientes que Jesús existe dentro de ti, si al menos una vez has podido sentir que su fuego te quemaba por dentro. En ese momento es imposible reprimir la alegría, lo que nos lleva al segundo punto del que he hablado cuando hablaba de lo que caracteriza la forma de vivir la fe de la Jufra. No conozco a ninguna Jufra que no rebose alegría (al principio, pensé en decir que no quiero conocer a ninguna que no sea alegre, pero luego pensé que si existe alguna en la que realmente no viva la alegría, quiero conocerla, para intentar animarla).

 

Y como en una cadena, una cosa nos lleva a la otra, y la alegría nos tiene NECESARIAMENTE que llevar a la disponibilidad. Un hermano alegre y contento es un hermano disponible.

 

Creo que en este momento ya tenemos lo imprescindible: Formación y Disponibilidad. Ya tenemos la verdadera Jufra. Si seguimos la cadena, encontramos pronto la vocación de servicio y con ella una buena organización. Es importante la organización en la Jufra, siempre que esté solamente al servicio de la propia fraternidad, que sea un elemento que permita su dinamización.

 

Otro aspecto al que llegamos a través de la cadena, a partir de la Formación y de la Disponibilidad es el sentido de pertenencia, tan importante para hacer como propio el proyecto de la fraternidad. Y aquí entra el aspecto económico, tan complicado, ¿verdad? Y no debe serlo; la economía es importante en la medida en que sirve igualmente para llevar a cabo actividades que dinamicen la fraternidad. Y nunca se debe olvidar que ese dinero se “invierte” en los hermanos.

 

Todo ello nos lleva a una Jufra que sale de sí misma; no es posible, aunque sucede, una Jufra cerrada, aislada. La propia inercia del grupo debe proyectarlo hacia el exterior, a la relación con OFS, familia franciscana y otros grupos católicos, cristianos e incluso no cristianos, por un lado. Por otro, a la misión, que puede “simplemente” colaborar en la catequesis de la comunidad local o parroquia, u otro tipo de ayuda de carácter social.

 

Por tanto, tenemos un grupo que, por su propia pertenencia a la familia franciscana, y por su grado de compromiso, no debe ser un grupo más, un grupo cualquiera en la parroquia o la comunidad.

 

Llegados a este punto, me gustaría hacer especial mención a dos aspectos de la vida de cualquier fraternidad de Jufra: la animación fraterna y la relación con la OFS, y la asistencia espiritual.

 

Sé que en general a los jóvenes y a los jufristas en particular no les gusta demasiado las referencias a documentos legislativos. Sin embargo, no puedo evitar referirme a las Constituciones Generales de la OFS. ¿Por qué? Pues porque dice claramente que la OFS se siente particularmente responsable de la Jufra.

 

Los frailes, hace algunos años, comenzaron a ver claro  que la pastoral juvenil no sólo debía servir para captar vocaciones (algunos todavía están en el proceso). Y comenzaron a trabajar “gratuitamente” con la juventud. ¿Cuándo va a hacer lo mismo la OFS?

 

Es difícil. No conozco muchas fraternidades en las que los franciscanos seglares trabajen con la juventud; suelen acoger con agrado cualquier iniciativa para crear una Jufra, fundamentalmente de los frailes, pero es difícil encontrar una apuesta clara por la juventud. Y cuando la hay, a menudo hay una inevitable visión de la jufra como semillero de la OFS con frases como “se va a rejuvenecer la fraternidad”, cuando la fraternidad es mayor, o “aumentará el número de hermanos”, cuando es escasa.

 

Creo que hay que acabar también con una visión, extendida sobretodo en Latinoamérica, de la Jufra como un instrumento para alcanzar la verdadera vocación. Y una vez alcanzada… Yo creo que la Jufra en sí misma es una vocación.

 

La diferencia generacional y, por tanto, cultural, no ayuda, pero la OFS puede aportar algo muy importante: su experiencia. Debe y puede hacer un esfuerzo en adaptarse, como decíamos antes, a las demandas de los jóvenes para ayudar en la formación y en la búsqueda de la experiencia de Jesús.

 

No se deben permitir actitudes totalitarias por parte del Ministro o del Consejo de la OFS, que en ocasiones se sienten con poder para obligar o prohibir a la Jufra, por el mero hecho de ser jóvenes. Se debe ser “inconformista” y utilizar el diálogo fraterno para la convivencia y la comunión entre ambas fraternidades, JUFRA y OFS.

 

Problemas que han acabado en ruptura, incluso en fraternidades nacionales, como Bolivia. Creo que el diálogo nunca permitiría estas situaciones, por lo que si no existe, la Jufra debe ser la portadora de ese diálogo. Aprovecho para decir que no entiendo una Jufra no vinculada a la OFS.

 

Asistencia… Decía antes “gratuitamente” porque en ocasiones la facilidad natural de un asistente para trabajar con jóvenes puede convertirse en una tentación de liderazgo. Una buena asistencia es aquella que permite al grupo continuar delante de forma parecida si el asistente cambia.

 

Según Fr. Ben, el asistente debe intentar acompañar al joven en una experiencia de fraternidad para que profundice su propia vocación. Para ello, el asistente debe ESTAR presente, participar en la vida de fraternidad; debe saber escuchar, esperar, tener paciencia y ser fiel. No basta con hacerse presente algunas cosas, sino estar siempre, con regularidad y nunca dejarse desanimar.

 

La jufra tiene mucho qué decir respecto a la asistencia. Primero, es quien debe solicitar al asistente que considera más apropiado para la fraternidad, no esperar al “fraile que nos toca”. Además, en el caso de que el servicio del asistente se deba corregir, se debe utilizar con él el diálogo fraterno, como si se tratara de cualquier otro hermano.

 

En el caso de fraternidades regionales y nacionales, la Jufra debe exigir una asistencia colegiada. Creo que no se debe permitir que los frailes “se repartan el mundo”, de forma que donde en algunas partes trabaja sólo una obediencia y en otras, otra. Y una asistencia colegiada no significa un año cada uno. La jufra debe exigir un trabajo en común que no puede sino enriquecer la fraternidad.